Me gustan mucho las historias post-apocalípticas. La idea de que el mundo
se vaya a la mierda y la humanidad tenga que sobrevivir a ese cataclismo como
sea me parece muy atractiva, además de que da pie a numerosas ideas. Por eso,
en cuanto leí la sinopsis de El libro de Joan, no pude resistirme a querer
leerlo.
El libro de Joan, de Lidia Yuknavitch, explora un mundo destruido por la
codicia humana. Los últimos resquicios de la humanidad sobreviven como pueden
en una estación espacial que orbita la tierra, llamada CIEL. Los pocos humanos que
quedan son seguidores de Jean de Men, el líder a cargo de la estación. Sin
embargo, la radiación solar y el encierro ha transformado al ser humano en un
ser atrofiado e infértil, con los órganos sexuales degenerados y la piel
empalidecida. Un reflejo pobre de lo que un día fue. En este reducto vive
Christine, quien para enfrentarse al régimen totalitario de Jean de Men,
empieza a escribir, en su propia piel, la historia de la última revolucionaria
que le plantó cara: Joan de Dirt.
Esta es una historia contada a dos voces, en dos tiempos. Por un lado, la
historia de Christine y su revolución silenciosa contra el régimen de Jean, por
otro, el pasado de Joan y como se enfrentó a un hombre cuando el resto de la
tierra sucumbía a las guerras humanas. En ambas historias, paralelas, la autora
muestra perfectamente la desolación humana. Los personajes se ven asolados por
una mezcla de impotencia ante el poder, y a su vez, iluminados por la esperanza
de poderlo derrocar. La forma que tiene la autora de introducir la historia de
Joan, a través de los injertos cutáneos (la nueva forma de narrar historias en
CIEL) se hace original y entretenida.
Sin embargo, y pese a lo bien que empieza la novela, pronto se desinfla. La
ambientación, aunque bien transmitida – Lidia Yuknavitch escribe de maravilla –
se me hizo poco creíble y no lograba hacerme suspender la incredulidad. Esto me
sacó constantemente de la novela. La historia de Christine, por lo tanto, no
logró llegarme pues ni me creía su mundo ni me la creía a ella. Esto cambió
brevemente durante el segundo acto (de los tres que duraba el libro) en el cual
la autora se aleja de CIEL para describirnos una tierra desolada y yerma y a la
propia Joan de Dirt. Esta fue mi parte preferida y la única en la que
Yuknavitch logró engancharme a la novela.
Sin duda, la historia está bien contada desde un punto de vista narrativo.
La división en tres partes hace que la historia fluya mejor y la confluencia de
las dos primeras en la tercera hace que la novela sea redonda. Sin embargo, la
narración se hace algo pesada al principio, pues usa fragmentos muy cortos de
los dos puntos de vista sin que el lector pueda introducirse bien en ninguna de
las dos historias.
El mundo oscuro que describe Yuknavitch contiene metáforas muy potentes
(aunque algunas fueran demasiado obvias). El poder de la rebelión del más débil
contra el fuerte, la degeneración de la humanidad o el hecho de que, pese a que
todo parece perdido, el ser humano aún quiere contar historias… todas estas
ideas me parecieron interesantes y muy bien cuadradas dentro de la novela. Pero
no logré entrar en el mundo que Yuknavitch me ofrecía y al final la lectura se
me hizo muy cuesta arriba.
Este es un libro potente para aquellos que les gusten las novelas con
contenido contundente. Yuknavitch escribe de maravilla y los pasajes poéticos
de la novela son deliciosos. Aunque en mi caso no ha sido “my cup of tea”,
estoy segura de que eso es algo muy personal y que cualquier otro disfrutará
más de una lectura como esta. Sea como sea, siempre es buena noticia que se
traigan autoras diferentes a lo que estamos acostumbrados, y más con una
edición tan bonita de Alpha Decay y una traducción tan impecable de Albert
Fuentes. Si os gustan esta clase de historias, no dudéis en echarle un vistazo.
Quizá os gusta más que a mí.
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