Reseña: Amsterdam de Ian McEwan

Ian McEwan es un autor que me gusta muchísimo, así que cuando tengo la oportunidad de leer algo suyo, no la dejo escapar. Hace poco vi varias reseñas de esta obra y cuando la encontré (además en catalán!) en una librería de segunda mano, me lo llevé a casa. Sin darme cuenta de que era un libro más que hablaba de la muerte (parece que lleve una racha jaja). 

La muerte de Molly Lane no sorprende a nadie, después de la larga enfermedad que la había dejado postrada en la cama. Clive Liney, compositor de éxito y Vernon Holliday, director de un periódico que se va a pique, son dos amigos íntimos y ex-amantes que acuden al funeral compungidos por tal final. Como siempre, la muerte de una persona cercana les hará replantearse cosas, hasta llegar un extremo que ninguno de los dos espera.

McEwan empieza la novela con lentitud, poco a poco como una comida que se cuece a fuego lento. Nos presenta los personajes, nos presenta su vida y prepara la mesa para la comida. Es por eso que el lector puede sentirse algo aburrido al principio, pues este es un poco pesado. Sin embargo, estos preliminares son ideales para ir adentrándote en la novela, que, sin que te des cuenta, te atrapa y ya no te deja escapar.

Esta novela trata temas muy interesantes de una forma bastante sutil. A través de Clive y Vernon, podremos ver no solo como la moralidad puede morir ante el interés, sino como las excusas y las mentiras que uno se dice a sí mismo tienen más peso que cualquier otras. No voy a contaros mucho, pues creo que es una novela que merece la pena descubrirla sin tener mucho conocimiento de ella, pero sí que McEwan lleva con maestría unos temas tan difíciles de tratar como estos.

Los personajes están bien delineados, sobretodo Clive o Vernon. Pero a través de ellos vemos más secundarios que no solo complementarán la obra, sino que la llenarán. Y la figura fantasmal de Molly conducirá más de una vez la trama, llevándola allá donde el autor quiere.

La pluma de McEwan es directa, pero no por ello simple. Sabe bien en qué partes incrementar el tono y en cuales bajarlo, conducir la trama no solo con la historia en sí, sino con su pluma. Nos muestra y nos explica sin dejar nada claro. 

Es un libro muy interesante, que tiene un toque irónico que podemos leer entre líneas y que cuenta una historia quizá muy normal, pero a la vez original, sobretodo por la forma de contarla. McEwan es un maestro haciendo personajes y en esta obra, esta maestría se ve clara. Tengo más ganas de leer otros libros del autor, espero que vosotros también.

4/5