La biblioteca de Carfax es una editorial que está haciendo una labor
importantísima con un proyecto muy interesante. Y es que esta nueva (¿puedo
decir que es nueva, aunque ya lleva más de un año publicando?) editorial
especializada en terror está publicando un catálogo variado y muy interesante:
una nueva puerta a voces desconocidas en el ámbito español. Este no es el caso
de Poppy Z. Brite, un autor cuya obra ha sido publicada en varias ocasiones a
nuestro idioma, pero que ya hacía tiempo que merecía una reedición como la que
La biblioteca de Carfax le ha dedicado: con nueva traducción (por Carla
Bataller) y nuevo título. Este es Trazos de sangre (Drawing blood en el
original). Os dejo con la reseña.
Missing Mile es un pequeño pueblo de Carolina del Norte que se ve sacudido,
de repente, por un horrendo crimen: Bobby McGee, un conocido dibujante de
comics, mata a su esposa y a su hijo a martillazos antes de ahorcarse en el
palo de la ducha. El único superviviente es Trevor, el hijo mayor que con
apenas 5 años se encuentra huérfano y traumatizado por unas imágenes que nunca
podrá olvidar. 20 años más tarde, Trevor decide volver a Missing Mile y
enfrentarse a una casa llena de fantasmas del pasado.
Trazos de sangre es una novela que comienza con potencia: Britte decide
empezar por el prologo y mostrar, en vez de enseñar en flashbacks, la poderosa
escena que vive Trevor. A partir de entonces, el lector se meterá en su piel y
en la de Zach, dos personajes totalmente diferentes entre sí pero con muchas
similitudes: un pasado traumático al cual tendrán que enfrentarse si quieren
mirar hacia el futuro.
La novela está cargada de referencias hacia el jazz y hacia la cultura
americana de los 60 en el sud (sobre todo en Nueva Orleans) y también hacia la
cultura americana de los 90, época en la que el libro fue escrito. Britte no
duda en sumergir al lector en un ambiente lleno de artistas, músicos, fumetas y
drogadictos en el cual se mueven los personajes. Un ambiente que se alza como la única nota positiva para los personajes, en contraste con el horror que se aloja en la casa.
Pues el terror que Britte muestra en este libro no es tanto uno monstruoso como un terror racional, oscuro, muy humano. No hay monstruos ni
fantasmas, simplemente se muestra la oscuridad del ser humano y como esta puede
afectar y escarbar en el alma de una persona de la misma forma que el agua moldea
la piedra. Y para hacer eso, Britte juega con los dos personajes y muestra dos
maneras muy diferentes de enfocar un pasado traumático: huyendo de él o
enfrentándolo y asumiéndolo. En ambos casos, los dos personajes están muy bien
construidos, con caracterizaciones muy profundas y realistas y su relación, aunque a veces demasiado precipitada, se hace real y
plausible: logra que el lector se meta en su historia. A esto ayuda también la presencia de personajes secundarios muy potentes que, a nivel de caracterización, están casi a la altura que los dos principales.
Quizá el único problema que tiene la novela es que empieza de forma muy
pausada, algo necesario para presentar todos los personajes, pero al final el
ritmo se acelera a veces de manera demasiado rápida. Britte se encuentra
con que tiene demasiados frentes abiertos y algunos de estos hilos los cierra
de forma algo descuidada. Sin embargo, la trama principal es redonda y está muy
bien cerrada, por lo que el lector se queda con una sensación de finalización
muy agradable.
La novela está muy bien escrita, con innumerables referencias
musicales y culturales americanas, que se hace muy amena de leer. Un libro oscuro y
espeluznante, pero que habla de un terror diferente, un terror más humano, más
posible, menos sobrenatural. Aplaudir también la edición, que es impecable con
una preciosa portada de Rafael Martín y una buena traducción de Carla Bataller.
En definitiva, uno de esos libros que, si os gusta el terror y la música jazz
americana, deberíais leer.
Otras reseñas:
¡Uohh, este te vi leyéndolo en directo! :) La verdad que no sé por que, no me termina de atraer la historia de por si. Quizás por el tema jazz y la América sesentera tampoco es lo mio. Pero bueno, confió en el criterio de Carfax...aunque tengo Cero en la recamara pendiente.
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