Muchos ya sabréis que hace tiempo que colaboro con la revista Windumanoth.
De hecho, desde el primer número, he estado escribiendo artículos sobre temas
de ciencia ficción que a mí me interesaban. Si habéis seguido mis artículos,
entonces, sabréis que el libro que reseño hoy aúna dos cosas que me encantan:
por un lado, la ciencia ficción asiática y por otro, la ciencia ficción climática.
Así que cuando Nova anunció su publicación, con traducción de David Tejera, no
pude resistirme a un combo tan brutal.
Marea Tóxica nos sitúa en un futuro cercano indefinido, en China. Más
concretamente, en la Isla de Silicio, el lugar en el que acaban todos los
residuos tecnológicos. La isla de Silicio es un lugar altamente contaminado y
peligroso para la salud, pero eso no impide que los intereses de corporaciones
y clanes choquen por ser los reyes de la basura. Entre tanta conspiración, está
Mimi, una residual migrante que trabaja para uno de los clanes que gobiernan la
isla en la sombra. Cuando los engranajes empiecen a mover, y la guerra por el
poder se haga más cruenta, Mimi y el resto de residuales serán una fuerza
decisoria más.
Marea Tóxica es ciencia ficción climática, una rama del género que explora las
consecuencias sociales, ambientales y tecnológicas del cambio climático en el
futuro. En este sentido, Marea Tóxica hace la función alarmista de maravilla.
En las primeras páginas, Chen Qiufan ya consigue meternos en el ambiente decadente,
chungo, cyberpunk de la isla de Silicio y lo hace de una forma muy vívida, de
manera que el lector pueda llegar a sentir el asco y el hedor de la
contaminación.
De hecho, podríamos decir que Marea Tóxica es un libro muy expositivo, lo
cual es una arma de doble filo para la historia. Por un lado, es interesante
descubrir la cultura china tan bien descrita y la ambientación, basada en
hechos reales, que nos muestra la novela. De hecho, Qiufan nació y vivió
durante mucho tiempo en una Guiyu, una zona donde acaban muchos de los residuos
electrónicos y que ha sido definido como desgracia medioambiental. Da la
sensación de que el autor usa la novela no solo para contar una historia, sino
para denunciar como la política y el capitalismo están destrozando la
naturaleza y las vidas humanas que viven en ella. Y como denuncia, funciona muy
bien. También funciona muy bien como crítica social, mostrando la precariedad y
la pobreza que asola una parte de la población china.
Sin embargo, también tiene el problema del ritmo. La historia le cuesta
avanzar y el principio se hace algo largo. Toda la novela tiene un ritmo
desigual, que hace que el lector, de vez en cuando, desconnecte de la historia.
Esto es, en parte, por la coralidad de la novela: el autor se centra en muchos
personajes para narrar las distintas visiones del conflicto, pero de esa
manera, al final no se logra empatizar con casi ninguno.
Aún así, las ideas que muestra Qiufan en su novela me parecen muy
interesantes. El mundo que describe, con toques cyberpunk, es horroroso y eso
logra impactar al lector. Además, lo hace con suficiente contundencia como para
hacer reflexionar durante (y después) de la lectura. Aunque como historia no
logre fluir bien, como crítica y reflejo de una dura realidad, funciona muy
bien.
En conclusión, Marea Tóxica de Chen Qiufan no ha sido una de mis lecturas
predilectas del año. Sin embargo, creo que este tipo de libros, más dirigidos
hacia el mensaje que quieren transmitir que hacia narrar una historia, son
también importantes. Una de las razones por las que me gusta la ciencia ficción
(y la ciencia ficción climática en especial) es su capacidad para mostrar una
realidad que estamos viviendo, pero llevada a un extremo realista y
terrorífico. Marea Tóxica es un aviso al abismo al que nos dirigimos.
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