Reseña: Dispara, yo ya estoy muerto de Julia Navarro

Por fin. Después de un largo suplicio en forma de 900 páginas, por fin he logrado acabar este tocho que me ha llevado por el camino de la amargura y el aburrimiento. Pero no adelantemos hechos, todo tiene su momento. Dispara, yo ya estoy muerto es un libro que me había llamado bastante la atención, con muy buena crítica y un resumen en la contraportada llamativo. La verdad es que tenía curiosidad por leer a Julia Navarro, así que me armé de valor y me enfrenté al libro y su considerable envergadura. Y la verdad es que si me lo he acabado ha sido en parte por orgullo y en parte para poderos traer esta reseña.

La historia de este libro se desarrolla a dos niveles. Por un lado vemos a Marian, una trabajadora de una ONG destinada a Israel para redactar un informe sobre los asentamientos y por otro lado, Ezequiel, un viejo entrado ya en años, padre de un defensor de dichos asentamientos. Marian buscará una entrevista con Ezequiel para hablar del tema, la primera de muchas otras en las que ambos irán poniendo en común la vida de dos familias extremadamente relacionadas: La familia Zucker y la familia Zaid. Así, Julia hace un repaso de toda la historia judía desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, pasando por las revoluciones contra el zar en Russia, las dos guerras mundiales y la guerra palestina. ¿Interesante, verdad?

Y podría haberlo sido. Julia Navarro tenía en sus manos todos los ingredientes para hacer una de esas novelas que no puedes dejar de leer, al más puro estilo Ken Follet: una novela que desarrollara una etapa histórica y a la vez, que profundizara en la vida de ciertos personajes. Pero Julia no ha aprovechado la mano de cartas que tenía y ha escrito en novecientas páginas lo que podría haber escrito en cuatrocientas. Una novela que se hace excesivamente larga, sin que por ello profundicemos realmente en ninguna de las historias que, dentro de otras historias, se van sucediendo. Los personajes son apenas un nombre y una personalidad poco definida que interactúan con otros personajes similares.

Sin embargo, para mi el mayor problema ha sido la superficialidad de la novela. Todo el rato he sentido que estaba leyendo un texto artificial, como si viviera la historia a través de un cristal empañado y opaco. Leía los diálogos y me parecían falsos, poco creíbles. Intentaba empatizar con los personajes y apenas lograba sentirlos míos (quizá Samuel o alguno de los pocos personajes que Julia ha intentado, con poco éxito, dotar de más personalidad). Así, asistimos a eventos dramáticos que no lograban traspasar mi apatía con la novela y que, pese a que sabía que deberían emocionarme, me dejaban fría. La pluma de Julia no es mala, pero se empeña en arrinconar la imaginación para escribir obviedad tras obviedad sin dejar que nosotros podamos interpretarlo a nuestra manera. Explicaciones que sobran y que sin ellas, quizá el libro no se hubiera hecho tan pesado.

Y no me malinterpretéis. Sabéis que no me asustan los tochos y soy la primera que disfruta con un buen libro largo (o corto, en realidad la extensión no me importa en absoluto). El problema es que la novela de Navarro es infumablemente larga. Una novela extendida artificialmente seguramente en un afán comercial o en un intento de mostrarnos más historia, cuando lo que realmente busca el lector (al menos yo) es más profundidad en esta. Lo único que ha conseguido la autora ha sido aburrimiento y ganas de dormir. 

En resumen, una decepción muy grande y una pena no haber podido disfrutar más de la novela. Dudo que vuelva a probar a leer esta autora, porque ya de por sí el libro no me ha enganchado desde su primera página. La forma de escribir de Julia me parece muy forzada, muy poco natural y fluída y eso a mi me tira para atrás (aunque ya digo que no es mala per se) y tampoco me ha gustado su forma de narrar, sin profundizar en nada que no fueran los hechos, haciendo que no puedas sentir lo mismo que sienten los personajes. Para mi es una novela muy poco recomendable, sobretodo porque no es ni ligera ni corta. La sorpresa del final no compensa lo previsible que es el resto del libro, los pocos momentos emotivos de verdad son incapaces de equilibrar la balanza con el drama artificial que inunda el resto del libro. 

2/5