Reseña: Mendel, el de los libros de Stefan Zweig

Y para acabar el mes, el último libro de Zweig que pretendía leer. Es verdad que no me ha dado tiempo de leer la biografía de Maria Estuardo, pero también he intentado avanzar mucho en mis lecturas pendientes y por eso he dejado un poco de lado la biografía. Espero poderla leer pronto, porque el balance del mes para Zweig ha sido tremendamente positivo.

Cuando el narrador vuelve al Café Glock, algo le dice que ha estado ahí antes. Sin embargo, no recuerda cuando ni porqué. Es cuando ve una mesa desolada, que antes solía estar llena de libros, cuando recuerda a Mendel, el de los libros. Mendel, el libretero que vivía por y para sus libros. Mendel, el que tenía una memoria perfecta, infinita, para todo lo que fueran libros y ediciones. A través de la señora de la limpieza del café, el último reducto de los tiempos de Mendel, el narrador recrea la historia de ella. 

Zweig lo ha conseguido de nuevo. Conquistarme con menos de 100 páginas, narrar una historia de un personaje una vida, de forma que el lector quede satisfecho y la historia cerrada. Y para eso solo necesita 64 páginas. 

De nuevo hablamos de una novela (o cuento corto) reflexiva, muy íntima, pero en este caso no es el amor que conduce la novela, no al menos el amor romántico, sino la admiración, hacia ese tipo de personajes que se ven poco o menos y que cuando desaparecen, no dejan huellas ni polvo. Es ese tipo de personaje el que conduce la obra, donde el narrador solo es un ser externo a la historia que nos cuenta sobre él.

Es quizá una novela más calmada en cuanto a los sentimientos que desprende, no tan intensa o tormentosa como la primera. Sin embargo, no se basa en sentimentalismos baratos para narrar la historia de un personaje que no se deja afectar por la historia hasta que la historia lo afecta a él, irremediablemente. 

La pluma de Zweig es de nuevo impecable, como en Carta de una desconocida. Nos traslada a la historia sin dificultad, con una capacidad narrativa que mezcla a la vez la belleza de la literatura y la dureza de la historia que explica. En ningún momento se hace pesada o demasiado intensa, sino que Zweig narra la obra con maestría, cada palabra donde debería, sin una coma que sobre o falte. Porque pese a lo corto de la historia, esta no pide más ni demanda más páginas. Es como si hubiera sido creada para tener exactamente 64.

En conclusión, Zweig es una maestro de las historias cortas. No estoy segura de como lo haría en una novela larga, aunque seguramente su estilo literario seguiría impecable. Pero su arte narrativo queda perfecto en estas historias tan cortas y a la vez, tan intensas. Me gustó más Carta de una desconocida, pero la historia que narra aquí, pese a ser más corta, es igual de bonita e igual de recomendable.

4/5