El protagonista de este libro es Marcus Goldman, un hombre hecho a sí mismo que siempre soñó con escribir y que acaba de publicar su primer libro, el que ha sido todo un éxito. Pero ahora, después de un año de bañarse en la gloria, comienza a ver como esta se desvanece: ha firmado un contrato de cinco obras y es capaz de escribir una sola línea. Sí, a cualquiera que haya escrito alguna vez le sonará esto. Al menos yo me he sentido demasiado identificada.
Para buscar inspiración se pierde en Aurora, un pueblecito donde vive su mentor, mejor y único amigo Harry Quebert, un famoso escritor. Harry vive en una casa, solo, y ambos trabaron una amistad en la universidad. Cuando Marcus se ve en apuros, Harry le ofrece un hogar y los consejos de maestro que ya anteriormente le había dicho. Consejos para escribir. Ahí es donde descubre un detalle sobre este hombre que lo sorprenderá inesperadamente. Harry mantuvo, años atrás, una relación con una adolescente. Quince años de diferencia entre un Harry en la treintena y una Nola en sus jóvenes quince, desaparecida treinta y tres años atrás. Una relación prohibida que acabó en desastre.
Cuando quedan solo menos de un mes para tener que entregar un manuscrito a su editor, ya otra vez en Nueva York, es cuando descubre por las noticias que Harry ha sido detenido y el cuerpo de Nola, enterrado en el jardín del escritor. Marcus decide instalarse en Aurora y empezar a buscar por su cuenta pruebas que verifiquen la inocencia de Harry, en la cual él cree fervientemente.
El resumen no es nada del otro mundo. Marcus irá, durante todo el libro, enlazando la historia que ocurrió hace treinta años y que ahora ha quedado enterrada en el pasado. Buscará los fantasmas de los habitantes del pequeño pueblo de New Hampshire y desenterrará secretos que cada uno de ellos ha mantenido guardado en su corazón. Poco a poco, la vida de Nola, Harry y el resto de habitantes se irá hilando entre sorpresas y giros argumentales qué, quizá, acaban mareando un poco.
Porque aunque la historia esté bien cosida, a veces cansa tanto cambio de sospechoso y tanto giro argumental. Creo que Joël Dicker ha abusado un poco de ello y al final, te acabas mareando y cansando. Eso sí, no te permetirá que te despegues del libro, pues hasta el final no descubrirás quien ha sido el asesino (o quizá soy yo, que soy muy lenta) y eso es algo que se le tiene que alabar a Dicker.
En cuanto a la narrativa, no mucho que comentar. Estamos hablando de un libro bastante sencillo en cuanto a escritura, algo que ya te esperas solo leyendo la sinópsis, pero si os gustan los libros con muchos cambios argumentales y que te logran engancharte a las páginas, este es vuestro libro.
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