Stanislaw Lem, Astronautas y la guerra fría

jueves, 15 de marzo de 2018


Uno de los autores de ciencia ficción más conocidos de mediados del siglo XX es Stanislaw Lem, autor polaco cuya extensa obra ha sido adaptada en numerosas ocasiones al cine. Las obras de Lem suelen mostrar una imagen filosófica y, normalmente deprimente, de la naturaleza contra el hombre, como se puede ver en Solaris (adaptada maravillosamente por Andrei Tarkovsky en 1972). En esta novela habla del primer contacto del ser humano con un ser extraterrestre. Lejos de usar el optimismo con el que se solían enfocar estos encuentros, Lem lo dota de un tono pesimista, oscuro, casi desesperanzador. En Solaris, los humanos no pueden abstraerse de sí mismos y de la cultura con la que han crecido para comprender algo totalmente ajeno. Esta crítica, que se ve repetida en algunas de sus obras contrasta muchísimo con su primera obra, Astronautas, la cual quiero analizar en este breve ensayo.

Portada alternativa del film de Tarkovsky
Astronautas es la primera novela publicada de Lem. El autor había tenido problemas con El hospital de la transfiguración, novela que había escrito anteriormente pero que el gobierno estalinista había censurado por no ser suficiente optimista y comunista. Lem quiso probar con la ciencia ficción y escribió Astronautas, una novela cuyas primeras cien páginas, son, literalmente, un tratado de divulgación científica cuyo objetivo no solo era introducir al lector en el mundo especulativo de Lem, sino también maravillarlo con los avances tecnológicos que había traído consigo el comunismo. Cuanto de esto era reflejo de la censura anteriormente sufrida y cuanto sus propios pensamientos es algo imposible de decir.

 “En el año 2003, finalizó el trasvase parcial del mar Mediterráneo al interior del Sahara y las centrales hidroeléctricas suministraron por primera vez corriente eléctrica a la red del norte de África. Habían pasado muchos años desde la caída del último Estado capitalista. Estaba llegando a su fin el gran período de transformación del mundo, difícil y doloroso, en aras de la justicia global.”

Este fragmento, el primer párrafo con el que empieza la parte más técnica del libro, describe a la perfección los dos temas comentados anteriormente. Por un lado, un proyecto tan grande como el trasvase parcial del mar Mediterráneo, en un proyecto similar al de alemán Herman Sörgel en 1928. Sörgel quería encerrar el mar construyendo una presa en Gibraltar que permitiera abastecer de energía hidroeléctrica a toda Europa, además de crear canales de regadío para el Sahara.

Hay otro elemento importante en el párrafo y es esa relación de la caída de los estados capitalistas con la llegada de la paz. Después de la segunda guerra mundial, los medios soviéticos criticaban insistentemente no solo al capitalismo, sino también al belicismo que los acompañaba. El comunismo hizo gala de un movimiento pacifista y de izquierdas y se posicionó a favor de abolir las armas nucleares.

 “Se construían centrales nucleares, fábricas automatizadas sin seres humanos, […]. La ciencia nunca más volvería a producir armas de destrucción masiva. Al servicio del comunismo, se había convertido en la más potente de todas las herramientas de transformación del mundo.”

En este fragmento hay otro mensaje importante relacionado con las políticas soviéticas de la época. El gobierno soviético no solo promocionaba la ciencia y era subvencionada por Stalin, sino que también estaba dotada de un reputación. Ya de antes de la guerra, la ciencia tenía mucho prestigio en la URSS y a partir del 1945, esa campaña se intensificó. La ciencia era vista no solo como una necesidad para construir un futuro mejor, como anuncia Lem en este párrafo, sino también la manera de posicionarse a la altura de los Estados Unidos que, después del Proyecto Manhattan, eran considerados el ejemplo a seguir por el resto de Potencias científicas.

“[…] con el fin de lanzar un ataque frontal contra el principal enemigo de la humanidad: el frío, asentado desde hacía millones de años alrededor de los polos. […] Los científicos decidieron crear un sol artificial en un polo en forma de gas incandescente de cientos de metros de diámetro a las que se suministraría hidrogeno.”

El lanzamiento de Sputnik en 1957 fue de vital importancia
Uno de los detalles que más recuerdan a ese optimismo comunista son las grandes construcciones que Stanislaw Lem explica, construcciones que van de la mano del poder de la tecnología y la ciencia. Hay un mensaje muy claro en Astronautas que era parecido al mensaje difundido durante los principios de la guerra fría en la Unión Soviética. Esa idea de que la ciencia era la solución y de que gracias a ella, los humanos iban a poder solucionar todos los problemas. La idea de una ciencia sin mácula, sin errores. También es interesante ver como Lem refleja en este libro las ideas soviéticas de transformación del mundo. Ya antes de la guerra mundial hay una emergencia de la tecnología científica, es decir, de la ciencia al poder de la gente, la ciencia como disciplina más práctica y menos teórica.

Independientemente de si las ideas de Lem se reflejaban en el texto o era una manera sencilla de burlar la censura soviética, está claro que Astronautas es un medio de difusión ideal para un mensaje y para la ciencia en general. Esas primeras cien páginas que ahora, desde nuestro punto de vista, pueden resultar tediosas y ajenas, seguramente (visto también el éxito que cosechó el libro) resultaron fascinantes para una población que, mayoritariamente, desconocía la ciencia. El claro tono divulgativo del libro sirve para maravillar a sus lectores sobre un mundo que sí, era desconocido y especulativo, pero que quizá mediante la  ciencia, podría ser posible.

4 comentarios :

  1. ¡Hola!

    Pues gracias por descubrirme al autor, porque me encanta la mezcla de ciencia y filosofía que hay en Solaris y no me importaría leer alguna de sus historias si van por el mismo camino. Aunque este no me llama especialmente, me informaré.

    ¡besos!

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  2. Apuntado para leerlo ♥♥

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  3. Vaya, no lo conocía, pero me apunto el título. Me encantan esas obras que son capaces de sobrepasar la censura de su entorno (por eso me gustan las pelis de Hitchcock, y como introducía asesinatos y cosas perversas a pesar del Código Hays). Me parece alucinante también como la creatividad de los rusos siguió dando buenas obras a pesar del entorno de la URSS.

    Un beso!!

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